28 mar 2009

Apuntes del libro PRACTICA CORPORAL Y PENSAMIENTO CHINO, de Isabel Calpe Rufat.

Del libro Chi Kung, PRACTICA CORPORAL Y PENSAMIENTO CHINO, de Isabel Calpe Rufat.

Practicar Chi Kung es permanecer en la vía del justo medio, en el Dao (camino, regla de vida), desarrollar las cualidades que forjan la justeza interior. La práctica tiene como finalidad modelar el cuerpo y el espíritu. No hay verdadero Chi Kung sin justeza del gesto y de la actitud que lo acompaña, sin abertura, sin generosidad, sin benevolencia hacia el otro. El verdadero espacio en el que uno se ejercita es el espacio-tiempo de la vida cotidiana a través de los innumerables intercambios afectivos, profesionales y mundanos que tejen el día a día de la experiencia humana.
Una de las reglas terapéuticas de Chi Kung es la de preservar la armonía del corazón. Para armonizar el corazón hay que apaciguar las emociones y calmar el espíritu. Entonces el cuerpo se relaja y el riesgo de contraer enfermedades desaparece. Hay que entrenar el espíritu para volver al vacío, es decir, entrar en un estado de vacío mental, desprenderse de las preocupaciones y lograr un estado de concentración sutil que no hay que perseguir, hay que dejarla aflorar. Para retener el qi hay que permanecer en un estado de paz interior. Curarse es liberarse del sufrimiento almacenado y guardado en el cuerpo. Para curar la amargura, el ser humano debe aprender a escuchar su sufrimiento, ser consciente del él y observarlo atentamente tratando de comprender su origen. El sufrimiento posee un mensaje. Para liberarse de él, hay que observarlo en una actitud de desapego, aceptándolo sin juicios de valor y transformándolo. El primer paso hacia la curación es el reconocimiento de los sentimientos negativos como la ira, el odio y la tristeza o el miedo.
El practicante de Chi Kung debe dejar emerger las sensaciones corporales, las emociones o los recuerdos sin reprimir nada sino al contrario viviéndolo conscientemente. El gesto y la respiración así como las aberturas que se van creando paulatinamente ayudan a liberar y transformar los contenidos negativos. Sanar el cuerpo supone modificar esquemas físicos, sicológicos y afectivos. A medida que el qi se abre camino, se liberan viejas memorias. El ejercicio de Chi Kung, permite que afloren contenidos inconscientes. Cuanto más se desciende el peso a los talones, más se abre el cuerpo al qi y más se liberan los contenidos silenciados. La persona se halla confrontada a los instintos, emociones y tendencias, con todo lo oculto en el interior, lo reprimido y callado, en el Chi Kung esos contenidos surgen a través del cuerpo. Enraizarse, relajar el diafragma, crear aberturas corporales es crear un espacio para que la angustia, el miedo o la tristeza se liberen.
La práctica del Chi Kung está basada en “la vía constante del no-actuar, en la que todo se realiza de manera natural”. No es una negación de la acción, es en realidad un no oponerse al curso natural de las cosas, un fundirse, con el Dao, el eterno fluir que subyace a todos los fenómenos del universo. El taoísmo emplea imágenes evocadores para expresar la idea de ese no-actuar, por ejemplo, la imagen del agua que corre y se amolda a la geografía del terreno o bien la del bambú cuyo tallo flexible que responde a la violencia del viento sin oponer resistencia ni quebrarse. Fluir como el agua o inclinarse como el bambú es acordarse con la corriente dinámica de las cosas, participar de ella, dejar obrar el qi (chi).
El hombre verdadero, el sabio, olvida su ego y se integra en el Dao. No intenta dominar, no entorpece, no fuerza las cosas. Se adapta.
Para los taoístas la sabiduría radica en la capacidad de adaptarse al cambio natural e inevitable de las cosas. El equilibrio y la armonía se logran gracias a la capacidad de aceptar las situaciones cambiantes de la vida y saber adecuarse a ellas. La flexibilidad en el comportamiento ayuda a superar las dificultades.
La naturaleza humana, es lo que nos es dado por el Cielo a nuestro nacimiento, es decir aquello que es innato en la persona. El pensamiento chino, se ha debatido entre una posición que considera que hay que transcenderla, ir más allá de los sentimientos y emociones para dejar que el Dao se manifieste, y la que considera que el hombre se realiza conociendo su naturaleza. ·”aquel que va hasta el fondo del corazón conoce su naturaleza. Conocer su propia naturaleza es conocer el Cielo”.
Según las enseñanzas de Buda, la causa del sufrimiento es la sed de existir que genera el apego a los deseos y las cosas. Al renunciar a esa sed, al liberarse del apego a los deseos, se pone fin al sufrimiento.
En la meditación Chi Kung se cultiva la actitud de desapego. La postura derecha, erguida y sólidamente enraizado al suelo es la expresión misma de una actitud vital. Inmóvil el practicante se adentra en sí mismo y trata de observar los pensamientos y las emociones que afloran sin identificarse con ellos. Despegarse es saber tomar distancia, saber dominar una situación sin perderse emocionalmente, conservar la serenidad y la lucidez en las circunstancias más difíciles. La actitud de desapego significa no vivir con la expectativa del resultado de nuestras acciones. Cuanto más deseamos, más corremos tras las cosas y más miedo tenemos a perderlas. Nos hacemos prisioneros de ellas.
Renunciar al deseo que ata a la existencia percibir la vacuidad de todo fenómeno, liberarse de esas memorias que crean la ilusión de la individualidad, he ahí el fin último del Chi Kung como vía de realización. Transcender la materia para transformarse en trasparencia, en conciencia, en qi.
Las palabras de Buda son, “La forma es vacuidad y la vacuidad es forma; la vacuidad no difiere de la forma, la forma no difiere de la vacuidad. Todo lo que es forma es vacuidad; todo lo que es vacuidad es forma. Lo mismo es cierto para los sentimientos, percepciones, impulsos y conciencia”. El retorno a la vacuidad requiere despojarse de todo lo conocido, las viejas ideas y formas de ver las cosas.
Practicar Chi Kung es una forma de retornar a la presencia de uno, de hacerse consciente del instante que pasa. “Ahí donde el gesto va, el qi va. La consciencia va y la presencia es”. La ejecución del gesto requiere una atención, un espíritu alerta, una presencia en el aquí y ahora. Los movimientos lentos y pausados permiten tomar consciencia de cada instante, como si cada gesto desgranara el tiempo. Es como si la consciencia despertara de un sueño y aflorara en el presente. No hay una meta un objetivo a lograr. Se está inmerso en la corriente del tiempo participando de cada instante.
El vacío mental es la manera de entrar en la corriente del Dao, es la vía que conduce al despertar. Al sustraernos del pensar, (el universo no necesita palabras), el espíritu se abre como una flor. Nos olvidamos de nosotros mismos, entramos en resonancia con las cosas. Al aquietar la mente, al realizar el vacío mental, el espíritu se vuelve receptivo, las cosas se le manifiestan como si se reflejaran en un espejo claro. El sabio conoce el mundo más allá de las palabras y los conceptos, conoce la naturaleza verdadera de las cosas. Percibe la Unidad.
Para vivir la experiencia de la unidad de todas las cosas, hay que contemplarlas, observarlas silenciosamente, no desde el punto de vista limitado del ego sino desde el punto de vista del espíritu.”Unifica tu intención. Más que escuchar con el oído, escucha con el corazón” dice Zhuang Zi.
La auténtica Vía es sencilla, está más allá de los conceptos, requiere abrir el corazón y el espíritu, despertar al instante presente. Es ésa una de las enseñanzas fundamentales del Chi Kung. No hay nada que buscar, todo está ahí. Sólo se trata de darse cuenta.
La muerte es un renacer. El alma parte a través de la fontanela para regresar al mundo invisible desde donde puede retornar y reencarnarse. El cuerpo es el habitáculo del alma, una manifestación del qi sagrado. La energía universal, del qi, es indestructible. No desaparece, simplemente se transforma. Va y viene entre las formas del universo manifiesto y el mundo invisible.

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